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El reto del agua en la Ciudad de México

Sobre el blog

Héctor Cañada
Vivo en la Ciudad de México. Soy consultor en gestión sustentable del agua con más de 15 años de experiencia en el sector, tanto a nivel gobierno como en la iniciativa privada. Desarrolle el primer laboratorio de datos del agua en México.
  • reto agua Ciudad México

La gestión del agua en una metrópoli como la Ciudad de México es un reto de dimensiones colosales que va más allá de la realización de grandes obras e inversiones para hacer transvases o perforar más pozos. Se trata de un desafío que nos obliga a replantear la forma en que este recurso se obtiene y es aprovechado para satisfacer las necesidades de subsistencia y bienestar de la población. La crisis en materia hídrica que vive la ciudad nos está haciendo entender, por el camino difícil, que el agua no es un recurso inagotable y que el valor que se le otorga está muy lejos de ser el de un recurso sin el cual es imposible establecerse y vivir . Existe una clara incompatibilidad entre la cantidad de agua que demanda la ciudad y la capacidad que tiene la naturaleza para proporcionarnos recursos hídricos de manera sostenible y segura. En otras palabras, estamos consumiendo más agua de la que la naturaleza puede restituir en nuestra escala de tiempo de vida, poniendo es riesgo la disponibilidad del recurso para las generaciones futuras y la viabilidad de una ciudad que se erige como el centro económico, político y cultural del país, una urbe con alrededor de 9 millones de habitantes, a los que se suma una población flotante de entre 3 y 4 millones provenientes de estados aledaños, principalmente del Estado de México. Cabe destacar que esta problemática no es exclusiva de la ciudad de México, se replica a otras escalas y en otras latitudes, pero dadas las condiciones sociales, económicas y ambientales que privan en ella, la convierten en un casó único en el mundo.

El agua no es un recurso inagotable y que el valor que se le otorga está muy lejos de ser el de un recurso sin el cual es imposible establecerse y vivir 

Para algunos, el problema del agua en la ciudad se vincula al cambio climático: las precipitaciones han disminuido en los últimos años y como resultado hay menos agua disponible en los embalses que suministran el recurso a la metrópoli. Otros lo relacionan con la falta de recursos para invertir en infraestructura hidráulica, entre otras cosas, para reducir las pérdidas de agua estimadas en un 40% del suministro total. Sin embargo, la realidad es que se trata de una construcción social, un problema que  luego de ser examinado a fondo revela un modelo de gestión que hace tiempo quedó rebasado y dejó de estar a la altura de una ciudad que requiere con urgencia transitar hacia un esquema de gestión hídrica sustentable.

Hace 10 años, ingresaban a la ciudad de México, en promedio, el equivalente a 32 cisternas de un metro cúbico cada segundo, de los cuales el 43 % se abastecía de fuentes externas, principalmente de los sistemas Lerma y Cutzamala, y el restante 57 % se obtenía del acuífero de la ciudad. Si a dicha cantidad se resta el valor estimado y aceptado en aquel entonces de  35 % de pérdidas físicas, entonces se disponían de 21 m3 por segundo para satisfacer las necesidades de uso domésticos y no doméstico de la población.  A pesar de ello, desde aquel entonces, en el oriente de la ciudad, particularmente en la hoy alcaldía de Iztapalapa, se padecía ya la escasez del recurso. La intermitencia en el servicio llamada “tandeo” era un común denominador en esta demarcación que depende entre el 25 y 30% del agua proveniente de Lerma y Cutzamala, siendo una de las últimas en beneficiarse de estas fuentes. La población que menos padecía la falta de agua era la ubicada en colonias que tenían la suerte de ser abastecidas directamente de pozos, pero el resto se las tenía que arreglar con infraestructura casera, a través de cisternas subterráneas y tinacos ubicados en el techo de sus viviendas para almacenar el agua que llegaba durante las horas y días de servicio. Los menos favorecidos eran y siguen siendo abastecidos por camiones cisterna (pipas) que trasladan el agua desde pozos ubicados dentro y fuera de la misma alcaldía. 

La situación en el poniente de la ciudad era distinta, al ser las primeras en recibir el agua en bloque proveniente del Lerma y Cutzamala, alcaldías como Cuajimalpa, Álvaro Obregón y Miguel Hidalgo gozaban, en general, de un buen servicio, con continuidad y buena presión en la red, lo anterior pese a que se ubican aguas arriba de la zona oriente y estar conectadas al mismo sistema que distribuye el agua por gravedad a varias de las alcaldías que conforman la ciudad, entre ellas Iztapalapa. Es importante mencionar que las redes de conducción y distribución, empleadas para llevar agua a cada hogar, industria o comercio en la ciudad, son sistemas altamente interconectados que operan de manera abierta, permitiendo que el agua que se extrae del acuífero y la que proviene de fuentes externas se mezcle en mayor o menor medida, lo que dificulta el control del suministro y de la calidad del agua que se distribuye.

Actualmente, a excepción de zonas privilegiadas del poniente y otras más que reciben agua directa de pozos, el tandeo se ha extendido a toda la ciudad, el agua llega a los usuarios sólo unos días u horas por semana. Es una realidad que actualmente ingresa menos agua a la metrópoli, entre otras razones porque solo llega entre el 60 % y el 70% del caudal que antes aportaban Lerma y Cutzamala, pero en el fondo subyace un patrón que denota una forma de operación deficiente y un control sobre la distribución del agua poco efectivo. A pesar de las considerables inversiones destinadas a la rehabilitación de tuberías, la implementación de pozos profundos y el programa de sectorización de la red de distribución, entre otras acciones emprendidas en los últimos años, el patrón de escasez persiste, aunque a mayor escala y con mayor recurrencia. Con diferencia, el poniente sigue siendo la zona menos vulnerable a la falta de líquido. A pesar de los intentos por reducir las pérdidas y homogeneizar el servicio mediante la sectorización de la red de distribución y la sustitución de tuberías, la equidad en la distribución está lejos de ser una realidad tangible para los usuarios, en particular para los menos favorecidos. Hoy en día, la complejidad de las interconexiones en la red sigue presente y el seguimiento detallado del flujo de agua se mantiene como un desafío, situación que afecta la capacidad de evaluar y gestionar eficientemente el suministro de agua en diferentes zonas de la ciudad.

Actualmente, a excepción de zonas privilegiadas del poniente y otras más que reciben agua directa de pozos, el agua llega a los usuarios sólo unos días u horas por semana

Acorde con lo antes expuesto, la escasez de agua en la Ciudad de México no es necesariamente un problema asociado a una menor disponibilidad del recurso por efectos de una sequía extrema, sino que más bien obedece a una deficiencia estructural en la gestión de los servicios de agua, situación que denota, entre otras cosas, la ausencia de monitoreo, control y análisis sobre la distribución del recurso y los activos que conforman la infraestructura hidráulica y más aún, pone en evidencia esquemas frágiles de planeación, cuyos alcances de mediano y largo plazo no han tomado en consideración escenarios adversos como los que se viven hoy en día en la ciudad. Una red de agua como la de la ciudad de México, con aproximadamente 14 mil km de tuberías, alrededor de 400 tanques de almacenamiento, un estimado de 300 equipos de bombeo y la complejidad que implica llevar agua a través de una orografía accidentada, aunado al crecimiento irregular en las periferias y el desarrollo inmobiliario extendido, no puede ser operada a través de mediciones puntuales o el monitoreo parcial de las entradas de agua y de los pozos de producción. Se requiere conocer con precisión la cantidad de agua que circula por cada tramo de red, la que se almacena en los tanques, la que se consume en hogares, comercios e industrias. De otra manera se gestiona una red a ciegas y sólo es posible elaborar balances hidráulicos imprecisos, en cuyos márgenes de error existen fugas, robo y desperdicio del recurso.

El último censo del agua realizado en la ciudad data de 1995, lo que significa que el padrón de usuarios del servicio de agua se encuentra desactualizado, creando las condiciones propicias para la proliferación de tomas irregulares, tanto a nivel de uso doméstico, como de uso no doméstico, con implicaciones negativas en el volumen de agua no contabilizada y por lo tanto, en las pérdidas de tipo comercial que se suma a los bajos ingresos por tarifas subsidiadas de manera generalizada. Lo que ocurre con el padrón de usuarios se replica también con el de los pozos concesionados para usos no doméstico, especialmente para grandes usuarios. Todo ello conlleva a la falta de información actualizada y oportuna para tomar decisiones y emprender acciones eficaces y eficientes, teniendo como resultado una gestión deficiente que se manifiesta en forma de crisis cuando ingresa menos agua a la ciudad proveniente de fuentes como el Lerma y Cutzamala.

La escasez de agua en la Ciudad de México no es necesariamente un problema asociado a una menor disponibilidad del recurso por efectos de una sequía extrema, sino que más bien obedece a una deficiencia estructural en la gestión de los servicios de agua

La gestión del agua en la Ciudad de México demanda un enfoque innovador centrado en la eficiencia, el uso óptimo del recurso y una gestión de la demanda efectiva. Esta transformación requiere, necesariamente, un monitoreo detallado respaldado por sistemas de información avanzados que proporcionen una visión integral de la distribución y el consumo de agua en toda la ciudad. La crisis actual, lejos de ser simplemente climática, es esencialmente social y de gobernanza, arraigada en un modelo de gestión insostenible que ha perdurado por décadas, marcado por la falta de planificación a largo plazo y la carencia de un modelo hídrico resiliente y responsable. La necesidad de cambio es apremiante y no solo resulta crucial para preservar el acceso al agua en el futuro, sino también para proteger los ecosistemas acuáticos y mantener el equilibrio ambiental en nuestra metrópoli. Sólo a través de un enfoque integral y una sociedad consciente del valor del agua podremos revertir la tendencia actual y garantizar un legado de recursos hídricos viable para las generaciones venideras. 

En conclusión, las causas atribuidas a la crisis de agua en la Ciudad de México, ya sea vinculadas al cambio climático o a la falta de recursos para infraestructura hidráulica, son en última instancia manifestaciones de una construcción social arraigada en un modelo de gestión obsoleto. La intermitencia en el servicio, la distribución desigual y la falta de capacidad para adaptarse a escenarios adversos evidencian la urgente necesidad de un cambio. La complejidad de la red de agua, con sus miles de kilómetros de tuberías y la interconexión de subsistemas, exige un enfoque innovador respaldado en la tecnología, a través de un monitoreo detallado y sistemas de apoyo a la toma de decisiones avanzados. Nos encontramos ante la oportunidad única de convertir a esta ciudad en un lugar próspero y resiliente, que propicie el desarrollo y bienestar de sus habitantes en todos lo ámbitos y que garantice su seguridad aún ante escenarios adversos. En nuestras manos está la posibilidad de no sólo superar la crisis actual, sino de establecer las bases de una Ciudad de México que destaque no solo por su grandeza inherente, sino por su capacidad para adaptarse y prosperar frente a los desafíos de un futuro que ya es presente.